Me dijo: tú mira, mira, Yo vaya que si miraba, los naipes sobre la mesa y nada bajo las mangas. Un truco te quiero hacer, tú memoriza una carta, el dos de copas, pensé, ni los bastos ni la espada. ¿Y los oros no te gustan? me gustan tus manos blancas. Cortó sin más, por el centro, dividiendo la baraja, pude observar que no había, cartón alguno ni trampa. Me miró como ese niño que algo esconde pero calla. ¿Será ésta? - yo le dije: ¡no puede ser! ¡esto es magia! Magia sí, pero de cerca, es magia sobre las palmas, una mentira tan bella hay que contarla en voz baja. ¿Te gusta, mi corazón? me gustan tus manos blancas.
Es un poema que escribí anoche y ahora comparto aquí. Creo que estoy razonablemente satisfecho con el resultado, aunque he de confesar que hace tiempo que no escribo poesía.